Estoy convencida de que Wen Spencer es una de nosotras: las que, en el cole, nunca jugábamos a las mamás con las otras niñas, sino a polis y cacos con los niños; las que volvíamos a casa llenas de barro y de cardenales, sentíamos un desprecio infinito por las muñecas, y embestíamos contra cualquiera que pronunciara las palabras: "No, las niñas no podéis".
Tiene que serlo, para haber escrito este libro, sobre una sociedad totalmente matriarcal en la que los hombres son tiernas florecillas a las que hay que proteger de cualquier peligro o disgusto, mientras las mujeres van por ahí, armadas hasta los dientes, a caballo, y pasándolo en grande.
Me he divertido un montón con esta novela, ha sido como volver a jugar a la guerra con mis primos.
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